Las flechas, rotas, y el jardín, seguro.
El humo nada entre los aires vagos.
¡Traedme el vino, y dejaré que caiga
sobre el tapete la verdad inerme!
Ya tengo más de un muerto en el almario,
más de un cadáver bajo el alfombrado
-de hierbas y de flores- triste suelo.
Mi memoria, que os llama inútilmente,
anda vagando por los cementerios
vestida de fantasma. Mi memoria,
brindando con la muerte.
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