(A John Houston)
Si están verdes los prados,
si lozanos los trigos
¿Temeré yo al invierno,
me enfriarán las nieves?
Los bosques misteriosos
que ocultan las deidades
¿podrán quitarme el goce
de luminosos días?
El salto de las ranas
del cenagoso estanque
¿será menos alegre
cuando sople otro viento?
En la mística rosa
del libro de los sabios
¿tendrán menos color
sus pétalos marchitos?
Sufre Erín y entera llora
la muerte de Parnell:
el capitán de druídas
rey de las tribus celtas.
Algún rincón lejano
de transparentes aguas
se llenará de sangre
con el beso de un gnomo.
Los viejos sacerdotes
junto a las toscas cruces
rezarán sus plegarias
sin despegar los labios.
Entre todos los bardos,
artistas y guerreros,
no habrá ninguna estatua
tan clara y merecida.
Y, como a todas ellas,
la ensuciarán palomas,
la oxidarán las lluvias,
la escupirán mendigos.
¿Seré yo menos ciego
por adorar el muérdago
en los robles? ¿más cuerdo
por reposar en la arcilla?
Prefiero caminar antes
por los sombríos lagos,
llenándome la boca
con las silvestres moras.
O como Michael Furey
morir de amor prohibido,
lo mismo que Parnell,
como todos los vivos...
<< y los muertos>>.
Los Dioses Derrotados (Ed. Visor, 2000)
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