La esperada

Raimundo Echevarría Larrazábal

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No serás como todos, llegarás blancamente
con las manos sangrantes de divina piedad;
llegarás una noche, que haga luz, suavemente.
Con los brazos abiertos a ayudarme a soñar...

Tocarás con los ojos un ensueño de cuna
y sobre las orejas un rubio de panal;
llegarás por las sendas, escanciadas de luna,
con los brazos abiertos a ayudarme a soñar....

Vendarás las heridas de mis sueños lejanos,
con la suave y divina perfección de tus manos
–un sembrado de estrellas sobre un charco de azul–...

Y yo tendré mis versos para aromar tu paso,
y llevaré el fastidio de todos mis fracasos
para que con las manos me los perfumes tú...

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