Hay una Dolorosa que une las manos puras;
Una agria calavera de enigmática mueca;
Una ojival ventana que en limitar se obceca
El abrupto paisaje de perennes alturas
Un flagelo que sabe de piadosas torturas
Y en celestes abrojos las tentaciones trueca;
Una vieja clepsidra - dijerase una rueca
En donde hila la hermana muerte vidas futuras -.
Y una escultura, en fin de Cristo en el madero,
Símbolo del amor que tortura y redime,
Y separa la existencia: vía, verdad y luz.
El espíritu tiende a la ciencia sublime,
La voluntad persigue el divino sendero,
Mas el cuerpo se extingue clavado en una cruz.
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