Pobre la boca del hombre. Sólo
balbuceos de allí salen. Mínimas formas
de aludir al Secreto.
Al lento goteo de las horas.
El torrente del infinito.
¿Encontrará alguna vez
la forma clara del misterio,
el esbozo mágico del rostro
de Dios? ¿De su rostro? ¿Del mío?
Incoloras, las frases
nos lanzan a las sombras. A todo
el acerbo del idioma;
pero no a una línea brillante
ni a una forma pura.
Otra vez las palabras en punta
como lanzas, como puñales. Hojas
aceradas acordadas por ancestros
vanos con el tiempo.
Moviendo brazos y piernas,
saltando el niño
en su rayuela
expresamos lo que somos.
Sombras. Nada.
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