Reinaldo Arenas

Reinaldo Arenas fue un escritor oriundo de Cuba, nacido en la provincia de Oriente en 1943. Desde muy joven, declaró abiertamente su oposición al gobierno dictatorial de Fidel Castro, lo cual le trajo innumerables complicaciones a la hora de intentar publicar sus obras. Por otro lado, no escondió su homosexualidad, y esto acrecentó el odio y el desprecio que recibió durante toda su vida por parte de ese sector de la población que parece temer a la libertad. A diferencia de las historias utópicas que muchas veces cuenta el cine, en las que una persona firme a sus convicciones grita a los cuatro vientos sus ideas y se convierte en el héroe del pueblo, Arenas debió soportar el encarcelamiento y numerosas torturas, a tal punto que perdió el gusto por la vida. Tanto fue así, que en el año 1990 se suicidó.
De su obra, que abarca varios géneros, destaca su autobiografía, titulada "Antes que anochezca", sus novelas "Celestino antes del alba" (el único libro que pudo editar en su país) y "Otra vez el mar", y su ensayo "Necesidad de libertad". Con respecto a su obra poética, presentamos una completa selección, con poemas como "De modo que Cervantes era manco" y "Voluntad de vivir manifestándose".

Poemas de Reinaldo Arenas

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Reinaldo Arenas:

Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche

Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.
José Martí





Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche,
sumidas ambas en un solo abismo.
Cuba o la noche (porque son lo mismo)
me otorgan siempre el mismo reproche:

'En el extranjero, de espectros fantoche,
hasta tu propio espanto es un espejismo,
rueda extraviada de un extraño coche
que se precipita en un cataclismo

donde respirar es en sí un derroche,
el sol no se enciende y sería cinismo
que el tiempo vivieras para la hermosura'.

Si ésa es la patria (la patria, la noche)
que nos han legado siglos de egoísmo,
yo otra patria espero, la de mi locura.

Autoepitafio

Mal poeta enamorado de la luna,
no tuvo más fortuna que el espanto;
y fue suficiente pues como no era un santo
sabía que la vida es riesgo o abstinencia,
que toda gran ambición es gran demencia
y que el más sordido horror tiene su encanto.
Vivió para vivir que es ver la muerte
como algo cotidiano a la que apostamos
un cuerpo espléndido o toda nuestra suerte.
Supo que lo mejor es aquello que dejamos
-precisamente porque nos marchamos-.
Todo lo cotidiano resulta aborrecible,
sólo hay un lugar para vivir, el imposible.
Conoció la prisión, el ostracismo,
el exilio, las múltiples ofensas
típicas de la vileza humana;
pero siempre lo escoltí cierto estoicismo
que le ayudó a caminar por cuerdas tensas
o a disfrutar del esplendor de la mañana.
Y cuando ya se bamboleaba surgía una ventana
por la cual se lanzaba al infinito.
No quiso ceremonia, discurso, duelo o grito,
ni un túmulo de arena donde reposase el esqueleto
(ni después de muerto quiso vivir quieto).
Ordenó que sus cenizas fueran lanzadas al mar
donde habrán de fluir constantemente.
No ha perdido la costumbre de soñar:
espera que en sus aguas se zambulla algún adolescente.


(Nueva York, 1989)

Tú y yo estamos condenados

Tú y yo estamos condenados
por la ira de un sseñor que no da el rostro
a danzar sobre un paraje calcinado
o a escondernos en el culo de algún monstruo.

Tú y yo siempre prisioneros
de aquella maldición desconocida.
Sin vivr, luchando por la vida.
Sin cabeza, poniéndonos sombrero.

Vagabundos sin tiempo y sin espacio,
una noche incesante nos envuelve,
nos enreda los pies, nos entorpece.

Caminamos soñando un gran palacio
y el sol su imagen rota nos devuelve
transformada en prisión que nos guarece.

(La Habana, 1971)

De modo que Cervantes era manco

De modo que Cervantes era manco;
sordo, Beethoven; Villon, ladrón;
Góngora de tan loco andaba en zanco.
¿Y Proust? Desde luego, maricón.

Negrero, sí, fue Don Nicolás Tanco,
y Virginia se suprimió de un zambullón,
Lautrémont murió aterido en algún banco.
Ay de mí, también Shakespeare era maricón.

También Leonardo y Federico García,
Whitman, Miguel Ángel y Petronio,
Gide, Genet y Visconti, las fatales.

Ésta es, señores, la breve biografía
(¡vaya, olvidé mencionar a san Antonio!)
de quienes son del arte sólidos puntuales.


(La Habana, 1971)

Sonetos desde el infierno

Todo lo que pudo ser, aunque haya sido,
jamás ha sido como fue soñado.
El dios de la miseria se ha encargado
de darle a la realidad otro sentido.
Otro sentido, nunca presentido,
cubre hasta el deseo realizado;
de modo que el placer aun disfrutado
jamás podrá igualar al inventado.
Cuando tu sueño se haya realizado
(difícil, muy difícil cometido)
no habrá la sensación de haber triunfado,
más bien queda en el cerebro fatigado
la oscura intuición de haber vivido
bajo perenne estafa sometido.




(La Habana, 1972)

No es el muerto quien provoca el estupor

No es el muerto quien provoca el estupor
es la sorpresa de ver cómo olvidamos
su propia muerte, nuestro gran dolor.
Queda el muerto, nosotros nos marchamos.

No es el muerto, no, quien se retira.
Somos nosotros que vamos discutiendo,
sobre el cadáver que mudo nos mira,
la posibilidad de seguir sobreviviendo.

Cuando en la memoria al muerto divisamos
(juegos del tiempo, macabro escandiador)
no es pues al muerto a quien estamos viendo:

Somos nosotros que tétricos quedamos
al ver cómo miramos sin horror
al que en el gran horror se va pudriendo.


(La Habana, 1970)

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