Es la musa que anima a los poetas
que van al cafetín
de tarde en tarde.
Mientras hablan de versos y cometas,
la cafeína
en sus cerebros arde.
Allí Mendoza, Suárez,
Castrorrivas,
-fumadores, humosos, tabacales-
concentrando sus fuerzas volitivas
construyen mil cajitas musicales.
Y Dago, el escultor.
Los ensayistas.
También los aprendices de poeta.
Uno que otro pintor.
Los periodistas.
Todos beben café.
¡Su vitamina!
Sin pensar que al beber esa agua prieta,
¡beben amarga sangre campesina!
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