de una vieja bañera emerge, lenta y torpe
Venus Anadrómeda
Arthur Rimbaud
¿Por qué no te vas? ¿Por qué no lanzas una sola mirada lejos,
lejos?
Todo es tan torpe cuando tú pronuncias la palabra que me
desgasta.
Yo soy esa diosa, yo soy esa Venus, precisamente yo la que se
levanta de la tina, desnuda.
Detrás mío sólo las luces, el espacio entre el límite del hastío
y la evasión; yo soy aquella vieja, a los 28, las curvas de mi cuerpo
le dan asco a cualquiera.
En ese espejo que me retrata de cuerpo entero, miro esas curvas
y aguanto la arcada en la boca.
Eres un animal y tu... esa maldita piel te atrapa, te atrapa.
Voltea mi piel, voltea y verás cómo me extiendo hasta el último
resquicio y para siempre. Y para siempre.
Tengo los omóplatos sugestivos, los omóplatos, ah, eternos como
una puta de Brassaï, así soy, amor, una putita, un cuerpo que ni
siquiera tú ahora quieres contemplar.
Soy la que se levanta para otra vez caer.
Al borde -debajo mil luces de neón invitándote al paseo-
bailas, una botella en la mano derecha y en la izquierda la herida,
te tanteas, debajo de la ropa sólo esa piel inmensa que nunca podrás
achicar, sólo esa piel dura que nunca podrás morder, ni perdonar.
Te mataré
Siempre -suspendida sin caer sobre los techos de los autos-
siempre en esa lámina final de la cornisa, en ese instante del
pensamiento, siempre pienso en ti.
Soy Venus, desde hace años soy la elegida,
Yo soy aquella por la cual delirarán
Aquella que besarán en los pies
En los pies lacrados de heridas
En los pies cubiertos de enemigos
Sobre mi jinete cabalgo hasta no verte más
Cabalgo como una diosa enfurecida
Cojo las crines de tu pelo,
Hundo mis espuelas en tus ancas
Y mientras tú gimes dejo caer mi saliva
Una raya larga de mi saliva sobre tu frente
Hincha tu sexo para bendecirme, y así,
Cabalgando uno frente a otro, habremos
Quebrantado el dolor
Y seremos los héroes, los héroes
Con el nombre de Dios entre los labios
Jadeantes.
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