EL DOLOR NO se explica, hunde noches en témpanos de vaho, apila vendavales. No hagas ruido. Pájaros sanguíneos merodean, acechan la carroña de un silencio. Milagros seminales colapsan el drenaje. ¿Qué finjo si no puedo abrazarme? Se hincha un capullo hirviente. Un nombre ponzoñoso emerge en la placenta del ahogado. ¿Será el Nuestro? El invierno abre sus pétalos de niebla, la muerte unas orquídeas en mi plexo. Ya déjate de cortes impensables, retacería de versos con su nombre. Nadar sabe mi llama estos fluidos. El paso de algún ciervo es vigilado por la ortiga. Mírame. Sostengo en la siniestra mis fénix degolladas.
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