QUISE MIRAR Y me salieron ámpulas, abrir el párpado igual que otro abriría el cortinaje de su establecimiento, adentrarme en la fronda, dilapidar mi lecho de cenizas; pero las ámpulas habrían acribillado mi faz dórica, mi oscurecida risa de ventrílocuo, de orador que llega solo a miradores. Abierta me aguardaba, según creo, la prosa que no solicité, la rumorosa fuente del espasmo. Abierta aunque no menos venenosa que la espera del ritmo en ágiles arcadas subiendo este minuto, sin otro paradero que algún yunque verboso. Navaja es mi deseo cuando el aire lo invoca, cuando no llegan buitres a arrebatarme el verso -sanguinolenta víbora de ausencias- en la noche de mí no registrable.
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