Y tú me habías llamado aquella tarde,
a la hora de las piscinas,
cuando cualquier palabra se convierte
en una profanación.
Y habrías preferido
una merienda llena de veranos
(a la hora de la masturbación de las princesas)
cuando el escondite regresa a los jardines,
y las niñas se guardan insectos en el vientre.
Y habrías preferido
en esa tarde clara de delfines e islas,
que todo hubiera sido una equivocación.
Y así supe de ti después de tanto invierno.
Supe que seguirías
montado en el columpio de mis faldas
y que traerías contigo
un conjuro de hímenes y hormigas.
Que me habías llamado
invocando la luz.
Y que no recordabas
que la infancia termina
cuando se incendia el bosque de los niños.
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