Al Dr. D. Benito Rutz Quíntela, que tan
angelicalmente cura y sonríe a los niños.
¡Silencio!: Un niño va a nacer.
Que toquen campanarios. Orquestas. Catedrales.
Que se callen computadoras
yunques y turbinas,
bases de lanzamiento.
Que se olviden diplomas
pergaminos
fajines
y medallas
Un minuto de pureza en los lechos.
Parad, estambres y pistilos.
Ciegos y poderoso sementales.
Y vosotras, maravillas del mundo,
que os dieron la belleza manos que un día fueron
tan frágiles como éstas, ¡contempladle!
Que calle el universo ante el recién nacido.
Este es el heredero. Es el superviviente
del cosmos primigenio.
Es la fusión de lavas
de líquenes y limos
de fuegos y glaciares.
El triunfante de monstruos voladores,
del dragón y del saurio, del reno y del bisonte.
Ha desgajado troncos.
Ha partido quijadas y dorsales.
Este niño es de carne de piedra.
De carne de bronce.
De carne de hierro.
Su cuerpo es un pop-art ingente.
Lo navegan helechos, sirenas y centauros.
Ha venido, regresa cuajado de perfiles
y glóbulos de siglos.
¡Es suya la Creación! Todas las luminarias.
Los mares y la tierra. Las semillas.
Las flores y los frutos.
Los reptiles. Los peces. Las aves y las bestias.
¡Silencio!: Aquí hay un palpito de Dios.
Una promesa.
Un niño va a crecer: ¡Respeto!
Puede ser un cachorro de jaguar o de puma
o el lobo del poema de Rubén.
Este niño, que arroparon en mísero envoltorio,
que calentó el olor de un muladar,
pudiera hacer del mundo
un horno crematorio, o un panal.
Este niño, puede agotar un río
para llenar su mitra y bautizar.
Pequeño y vertical te está mirando,
está midiendo tu estatura gigante de Goliat.
No hay déspota que mire tan retadora,
tan aceradamente.
No te pide pistolas, balones ni aeroplanos.
¡Una canción tan sólo!
Tu mano y tu canción, tu canción y tu mano.
No esquives su mirada buscando una moneda.
No le des un juguete gastado de tus hijos.
No le vistas con esa caridad de los pingajos,
pues de miserias, lástimas y sobras
difícilmente un niño se recobra.
Te está mirando, te está pidiendo
el tiempo de los toros y la caza.
La canción de tus horas vacías.
Las tardes del café o de la tinaja.
Tu mano y tu canción. Tu canción en sus manos.
¡Acércate!
¡Agáchate!
Que juegue a pídola contigo.
Que tú seas el juguete que le asombre.
Y yo, desde este instante te aseguro,
que nunca, nunca, nunca,
este niño querrá matar a un Hombre.
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gracias
por hablar del niño Dios.
Felicitaciones hermosa escritura./
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