Viana do castelo

Salvador García Ramírez

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Siempre amanece por las calles del invierno.
Arremete la lluvia tras los árboles
con rigores de lápida y frescura.
Siempre amanece por los miradores del viento,
en la lengua del Lima lamiéndonos la vista.

De ahí la lejanía,
la penumbra ojival que dan los pórticos,
la bruma derretida,
la piedra minuciosa.
De ahí los peregrinos,
los ángeles remisos, la iglesia diminuta;
también los prosadores.

Yo recuerdo la cuesta de las nubes
en el seno infecundo de los funiculares.
os poentes, sin duda, carregados de azul,
entre vielas estreitas alumbrar las mansiones,
traducir las cartelas bajo el pez fronterizo
de las gárgolas líquenes.

También recuerdo,
de la misma manera que la arena,
el verdín y el escudo en los aleros,
la cruz en las esquinas en huraña vigilia,
el vaivén de un océano obsesivo
a rasgar do nascente.

Sobre la niebla entonces: un indicio,
una aguda premisa para meses inéditos
que cesar del hastío,
un batir de vertientes, a babor de la tierra
cuando casi es Galiza;
o tal vez la erosión, dilatando el prodigio,
de este valle al final que adivina un augurio
donde siempre nos llueve.

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Comentarios2
  •  
    oscar perdomo marin un bello texto de la buena poesía.
  •  
    Rafael Merida Cruz-Lascano Hermosas letras.
    También recuerdo,
    de la misma manera que la arena,
    el verdín y el escudo en los aleros,

    Muchas gracias por compartirlo.
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