Tu aire esculpe el otoño en mi garganta.
La lumbre de las uvas montaraces
mis arriscadas vértebras levanta.
Dividio entre lágrimas rapaces
cruzo tus laberintos transparentes
empañados de perros y torcaces.
Palpo en tu rostro mis cenizas, claras,
mis pies vislumbro en tus cerradas fuentes.
Todo me nombra en cláusulas ardientes
y tú de toda puerta me separas.
En ti soy, de ti vengo, a ti me inclino.
Columnas son mis huesos de tu hoguera.
Sílaba de tu canto es mi camino.
Pero mi triste boca es extranjera
oh, duro reino, en tu solar divino.
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Rafael.
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