Si ves mi pastor,
háblale, Llorente;
dile mi dolor,
mira si lo siente.
Dile con cuidado,
y bien dicho, pastor,
que por qué ha cerrado
ansí mi corazón,
y siendo el Señor
ansí se me ausente.
Dile mi dolor,
mira si lo siente.
Vuélveme la luz,
caro y buen amigo,
y venga la cruz
como seáis servido,
que ese es el camino
que pide el amor.
Dile mi dolor,
mira si lo siente.
La noche es oscura
y da mil temores,
y los robadores
que no se conduran;
¿y entonces te escondes,
mi buen fiador?
Dile mi dolor,
mira si lo siente.
No os mostréis tan duro,
buena está la prueba
y basta la hecha,
pues veis no es seguro
en tan flaca tierra
y tan sin vigor.
Dile mi dolor
mira si lo siente.
¿Cómo me has metido
en tan fuerte breña,
y te has escondido
dejándome en ella
y en estrecha senda
nis saber dó voy?
Dile mi dolor,
mira si lo siente.
Si me has entendido,
¿cómo no respondes
a un triste suspiro
que es cierto que le oyes?
Y eso más me pone
triste y con temor.
Dile mi dolor,
mira si lo siente.
Volver a Sor Ana de San Bartolomé
Bendice a los cómplices del viento
a los cantantes mudos del pasado,
a los vagabundos y a sus perros,
a las gargantas de los enamorados,
a los rumores de los campos,
a los cascabeles, y a los cencerros,
a los mujidos, a los trinos de los
pájaros y a la voz que levanta a Lázaro.
Al croar de los charcos,
a los lobos del páramo y del Ártico,
al Diós de la lluvia y el Sol,
al constructor de órganos,
al primero que rió a la vida
que nos parió, al que empezó
y llegó a buen fin, como rio
indómito con la fuerza de la
verdad.
Al que nos describió los sueños
de la razón, al que piedra sobre
piedra desafió la gravedad,
a la flor viva del presente,
a la del recuerdo seca,
al ordenador que sirve y no ordena.
Al hombre que ama y no teme condena.
Al presente con sus faltas
sin sus sobras, al futuro que ya
es ahora, al silencio fértil,
a la luz primera, a la utopia futura,
aunque ayer fuera quimera.
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