Te da en la frente el sol de la mañana
recién nacido, pálida doncella,
misteriosa visión, fugaz estrella,
que te derrites en la luz. Hermana
de la que nace cuando la campana
tocando a la oración doliente sella
la fatiga de un día más, la mella
que sume el alma en la mortal desgana.
El alba y el ocaso cruzan manos,
y así, a la silla de la reina, al día
ya la noche, rendidos soberanos,
Los llevan a enterrar. Triste sería
que al despertar de nuestros sueños varios
luz y sombra lucharán a porfía.
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