Uno habita una casa y está solo. Se han ido
lentamente los sonidos
como aves de otras latitudes que alzan el vuelo
y sin previo aviso
se llevan el sabor a verano, el desorden
de la risa, los verbos que otros ofrecen a nuestros labios.
Han vuelto las hojas a enredarse en el viento,
a arrastrase con pereza sobre Septiembre
y llenan de nombres la distancia.
Uno habita una casa y está solo. En una habitación vacía
ordena el aire
y pierde la precisión del lenguaje
desangrándose, como el mar,
en olas para nadie.
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