A veces la gripe o la garganta venían a salvarme de un día de escuela y de un maestro con joroba que tuve. Mi madre me preparaba entonces una taza de leche caliente con miel y unas gotitas, bajaba las persianas de mi habitación con sigilo, como cuando moría alguien, y colocaba en mi mesilla un viejo transistor a pilas de color anaranjado.
Una de aquellas mañanas dieron por la radio la muerte de Jonh Lennon. Yo escuché por vez primera una canción de Los Beattles, mientras la fiebre luchaba por borrarme el mundo de los ojos.
Mi madre murió una mañana de Agosto. El sol entraba con violencia a través de las ventanas. Mi padre bajó las persianas, y el silencio, la oscuridad, iluminaron de pronto objetos que antes parecían no existir y que, aún hoy, siguen en esta casa conservando sus huellas.
Desde entonces, siempre que alguien me la nombra o que Agosto se enturbia en fecha señalada recuerdo aquellos días de fiebre de mi infancia, recuerdo a mi maestro con joroba, a Los Beattles, a Jonh Lennon, y abro con premeditación y alevosía disculpen las molestias- las persianas.
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La oscuridad es deprimente,
para descansar sí,
para vivir la luz,
la oscuridad aumenta penas,
luz ayuda a levantarnos
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