Un perro camina hacia mí,
lento y hambriento.
Camina receloso y cabizbajo,
clava sus ojos sobre mi miedo
y comienza a olerme de norte a sur,
de mi infancia
a mi presente.
Mueve su hocico frenéticamente
como si pretendiese
extraerme el aroma
o arrancarme el alma.
Me muestra sus dientes,
su rabia,
su violencia.
Me deja temblando y se va.
Como la vida.
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