Así, tan ricamente apoltronado
ante una taza de café y con mi
corona -cómo no- de Rey del Mundo,
tan leve, tan voluptuosa, tan
en plácida asunción desde estos dedos
a los cielos concéntricos de luz
y de escayola, miro a diestra,
miro a siniestra, al frente, atrás, calculo
y son trescientas, cuatrocientas o
más caras, las que aquí reunidas,
en el bar restaurant de La Fayette,
discuten, gesticulan, se sonríen,
cabecean o toman sin decir
ni pío, su canard a lorange
o aquel potage verdoso del menú.
Entonces se me ocurre que sería
magnífico guardar por todos ellos
(y también por nosotros, por supuesto)
un minuto siquiera de perplejo,
de inquietante silencio, en futuro
recuerdo de unas almas pronto víctimas
de esa lenta hecatombe hacia la que
-quedito, pasito, horror- ya vamos
vertiginosamente progresando.
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K.
Me gusta como describe y ve la realidad de esta humanidad.
Gracias.
donde fue necesario degollar al monarca
se inventó la guillotina en pro de la parca
y los burgueses se sintieron reyes con prestancia
En el fondo todos aspiramos a ser superiores
nadie se conforma con ser soldado de a pié
pero nadie está preparado para dar un traspié
como a veces ocurre incluso a los mejores
Es más fácil pasar de rico a pobre
y de una choza a un palacio
y ser feo a ser muy bello
Es probable que carezcas y no te sobre
la suerte honrada viene despacio
no quieras toda la luz, confórmate con un destello
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