Hundirme en tu belleza
tan hondo, tan en ti
que yo perezca en tu caricia,
que ni el agua de mis ojos
o el silencio mismo
sean más que tu piel.
Soledad, milagro de tu frente,
en ti se advierte el ciervo
que dormita en el claro del bosque
y de pronto se pierde entre la yerba.
Qué más quisiera yo: ser ese ciervo,
entrar en tu piel como en un bosque
y escuchar el silencio del amor.
Volver a Virgilio López Lemus