La mancha trágica de tus cabellos,
encarna un mar fascinante y entenebrecido.
Albea tu frente magnifica, escrita de surcos,
y tus sienes como dos azucenas puras.
Tus cejas y tus pestañas interrogadoras
recogen la esmeralda enferma de tus ojos.
Se destaca en la oscuridad del fondo
tu nariz de águila meditativa.
Tus labios destilan dolor y pasión
y están maduros para el beso.
Piedra con alma, sonríe tu cara de ídolo
dormida en la canasta de rosas de mi pecho.
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