Soy esa mujer, la que no amas. El seno desnudo de tu
agónica luz, el enjambre prendido de tus ramas, el cristal
que sueña tu mirada.
Soy esa mujer, la que no amas. Breña, mata, punzante
jarra, calle muda por donde no se escuchan tus pasos y
cuerpo desnudo para el eclipse de tus ojos.
Soy esa mujer, la que te toca demente.
Mil veces presa de ti en la delgadez del agua.
Pecho en fiebre que ambiciona tus besos, solo, adusto,
hecho pámpano ardiente.
Soy el anhelo inseguro que te acecha, la palabra que se
deslíe de tus labios húmedos chispeante entre la niebla.
Soy esa mujer, la que espera por ti, y sigue la ruta de tus
manos, tu cuello, tu voz y tus caminos. La que guarda tu
pasión, desafiando al escollo y la calma, olvidando tu
incansable deseo de volar, y ser en mí tan sólo agua al
trasluz y cielo de mi costa.
Soy esa mujer, un espacio inmenso, torrente en tu valle,
murmullo de tu ráfaga, amor que late en lo infinito, firme
y deslumbrante. Esa que siembra los surcos y su orgullo
entre las flores.
Y tú, hombre: pena y alegría, no aprendes que después
será muy tarde.
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