E
antes de nacer reconocemos verdaderamente nuestra vida
de nuevo Adán como ese niño del aire que sólo vino a dar
nombres de luz al claro mundo de la segunda concepción
de materia densa recién coronada es la forma que ha de ser
nutrida por el poder de una idea por la raíz de la acción
ala de cada vida en medio humano doble sol del que vela
en el largo camino desde los ínfimos detalles anunciados
desde ese perdón que no encuentra el momento de darse
hasta las gracias que generosamente comunican su silencio
N
series no finitas éste es un templo en medio de la tierra
la materia prima catedrales cristalizadas en el invierno
vamos a despertar antes de que el nacimiento nos restituya
por las cuatro moradas finalmente vertidas en una esfera
los hilos de colores conforman el blanco floración terrena
la sal de la tierra teñida con los licores de la celebración
con gran voluntad desfilan los animados por la cuadrícula
para ser de lejos en las auténticas llanuras del augurio
la ecuación social resuelta en polvo el día del examen
O
vitral en llamas por este camino o este viajero encenizado
o permutaciones que ascienden al ritmo de un humo otoñal
laberintos ardidos en su propia duración y en su belleza
talleres donde los maestros hacen tiempo al día del hombre
con chimeneas de cartón y puertas gemelas en estas ciudades
hay un tendido de máscaras que se prenden al rostro preciso
por las antorchas corbatas de humo que buscan en el espejo
en los cromóforos los luchadores incandescentes en la vela
y los automatismos acuerdo de los adioses y de los nombres
S
hidrógeno genial palmeras de vapor en el mar extendido
molécula maestra polaridad de las soluciones que pintan
la tinta paralela que corre con el consentimiento nuclear
de toda experimentación incomprobable alma de caballo
alegoría del rostro que cambia de forma al fondo del agua
al escribir las cartas de su corazón visor en el musgo austral
surte efecto la estrella de hielo en la palma de la mano
ámbar potable visiones de una vida que retorna al huevo
sonantes dádivas nacidas en los otros libros de pinturas
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Los poemas, los versos, se encuentran, y se separan, y dejan, por decirlo así, un camino abierto al centro. Ese espacio al centro es, quizá, lo más importante del poema. Lo que no es ni el lado izquierdo ni el lado derecho de la creación; ni la razón ni la intuición; ni el lado femenino ni el lado masculino; ni esto ni aquello. Allí es donde debe esperarse, o podría esperarse, el salto cuántico. De esto habla la tercera parte, el final, de otro de los poemas más viejos de todos los incluidos en El corazón del instante: Tríptico después del diluvio, cuya primera versión es del año de 1971. Es en ese vacío donde puede suceder el milagro: que la chispa poética brinque de un polo a otro. Construir ese poema me dejó exhausto.
la eterna respuesta , adonde el viento nos lleve
da igual que la muerte o la vida te haya sido leve
la mayor creación del hombre y la mujer se produce cuando nos acostamos
De igual modo mueren y nacen las estrellas
por infinito que sea el universo
habrá espacio siempre para un beso
que tú con tu pasión inacabable sellas
Recuerdo en el cine de verano
de repente una estrella fugaz
cruzaba el cielo de parte a parte
Agarraba emocionado su mano
me creía de todo capaz
presenciaba de los dioses una obra de arte
por eso, todo poema debe ser una obra de arte
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