Sucede a tu silencio la tristeza;
el ciego lamentar de unos labios
en el rostro pertinaz y retenido
de tu cuerpo eclipsado por el tiempo.
Lejano está el resonar de dos alas
que infinitas nos dieron el amor;
el frágil suspiro adolescente
que súbito llega hasta el sollozo.
Todo pasa.
Ese aire que innominado te habitaba
hoy sucede a la sangre en tu latir;
y al beso una lágrima intacta
reemplaza rumorosa en la garganta,
tal la luz que un día acarició
inerme y pura un cielo indefinido
y en el reflejo de los ojos solos
denominó presencia de tu cuerpo
lo que hoy en el olvido es soledad.
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