Alfonso Calderón

Alfonso Calderón Squadritto fue un escritor y académico chileno nacido en San Fernando el 21 de noviembre de 1930 y fallecido en Santiago el 8 de agosto de 2009. En el año 1949 publicó su primer poemario, "Primer consejo a los arcángeles del viento", marcando así el inicio de una intensa labor editorial. A lo largo de su vida, ocupó numerosos cargos de profesor, tanto en colegios como universidades. Asimismo, redactó críticas de libros para diarios y revistas, fue presidente del Círculo Literario Carlos Mondaca Cortés, y miembro honorario de la Academia Chilena de la Lengua, entre otros cargos de gran importancia. Su dedicación a la Literatura, tanto en la producción como la difusión, fue meritoria del Premio Nacional de Literatura en 1998. Defendió la práctica de escribir al menos una línea por día, negándose a la (a veces desesperante) espera de la inspiración.
La obra de Calderón es profunda y variada; fue autor de poemas, novelas, ensayos y, lo más destacado, diarios de vida. Estos últimos comprenden cuatro volúmenes en los que se recogen experiencias personales, reflexiones literarias, culturales y sociales. Entre sus libros destacados encontramos los poemarios "El país jubiloso", el "Memorial del viejo Santiago, imágenes costumbristas" y su novela "Toca esa rumba, don Azpiazu".

Poemas de Alfonso Calderón

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Alfonso Calderón:

Sueno de unas sombras


Tú...
en las estrellas.
Yo...
en el agua.

Y así para nosotros
la noche entró a los caminos
como un buey de sombra.

Se aquietaron las voces azules
de los astros lejanos,
y en un temblor de labios
presentí el silencio.

.......... ....... .........

Al despertar
un jazmín de luz en tus palabras.
Nadie...
en las estrellas.
Nadie...
en el agua.

No hay instantes solos


La noche comprende esa música total
de la boca creciendo en el tiempo.

Por eso,
nunca estamos solos,
corazones ignorados,
porque siempre una estrella nace en círculos
deslizándose en la geometría de las manos,
y la noche nos ubica como la sangre perdida
que la pupila no entiende.

Presencia de unas lagrimas


Qué presentido sol
o luna aparecida
dio con el océano de tus lágrimas.

No sé si eras una mariposa
o el límite de una estrella.

Eras tú misma...
Ave que truncó su melodía en este cielo
esculpido de sueños.

Acaso
eras una lágrima de nieve
o una rosa que se desnuda en el alba.

Acaso...

Eres el anochecer


Allí donde comienza el silencio,
estás tú,
toda deseo, toda extensión
como hierba o álamo solo
que recoge el instante puro de unos sueños
en la triste, tan triste presencia de unas manos sin venas,
blancas y solitarias como el dolor,
blancas y pausadas como el olvido mismo.

Morire en el sur


Háblame de tus venas
y la espuma amarillenta de las lágrimas.
Háblame del torrente salobre
que los dioses desdeñan.

Escucha la marcha de la muerte
en un silencio hermoso
como la delirante soledad de una tormenta.

Háblame de la estrella rota en la lluvia
y del espejo erguido en el murmullo
de un cuerpo sin melodía.

Escucha el eco prodigando labios
y el silbo del ramaje triste
en la lejana eternidad.

Háblame de las rosas viejas
y del mármol esculpido en fatiga de ángeles,
perdidos en la forma.

Después...
Escucha la humedad de unos siglos arrodillados
repitiendo mi muerte, allá en el Sur.

Buscaremos a los dioses


Tú que sabes del tibio acento de las plumas
y del calor infinito escondido en la nieve
trata de penetrar en este vago porvenir de sueños
en prodigio de savia o rosa adolescente.

Recuerda que aún debajo del laurel
está la axila resplandeciente de un cuerpo lejano;
y encima del labio hay un sonido eterno
a muerte o esperanza calcinada.

Y recuerda finalmente que un día prometidos a la sombra
buscaremos juntos la comarca del silencio
y entraremos puros como pájaros sin límite
a contemplar la mirada altiva de los dioses.

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