Justo el día en que llevo gafas y un jersey
horroroso
usted descubre mi arrinconada existencia.
Le hablo con la sorpresa de no sorprenderme al tocar una
ardilla.
Y contengo como puedo este alud de labios para no
abalanzarme sobre su nuca
mientras guarda, de espaldas a mi sombra creciente
unos papeles en la carpeta.
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