Poemas de Almudena Guzmán
- Anoche
- Desnudo en sombra
- Este hombre
- Esto ya va mejor...
- Exquisita prudencia
- Hoy era la última tarde
- Justo el día...
- La ventana me remite...
- La voz, como lluvia...
- Presos los dos
- Qué hago yo aquí...
- Quién es esta sombra...
- Reconozco
- Señor, ahora que mi piel...
- Si todo esto cambiase...
- Soy un racimo de uvas
- Subo
- Ultimátum
- Usted se inmiscuye
- Usted se me escapa
- Volvemos a comer juntos...
- Y el amigo común de dos que se han separado
Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Almudena Guzmán:
Usted se me escapa
Usted se me escapa en los pasillos como
un discóbolo impregnado de aceite.
Pero todo lo que habla es una mano enguantada
por mis medias.
(Desnuda, froto su voz contra las caderas
de la sábana
para no dormirme tan triste.)
Que hago yo aqui
Qué hago yo aquí medio borracha
escuchando a este cretino
que sólo sabe hablarme de la mili,
mientras me tapa baboso la calle y la vida
con su espalda.
Y encima estoy sin tabaco.
(Menos mal que desconecto en seguida
pensando en ese géiser de besos
que le provocaré a usted, sin duda,
cuando su camisa se digne o se resigne
a dejarse desabrochar por mi mano.)
Hoy era la ultima tarde
Hoy era la última tarde.
Usted no paraba de hablar
-lo hubiese matado-
y a mí me ardían las uñas cuando nos despedimos
en la parada del autobús.
Ni un solo beso.
Si todo esto cambiase
Si todo esto cambiase,
si me dijera usted, de pronto, que me ama,
yo ni me detendría para hacer la maleta.
Huiría luchando contra el miedo a la costumbre
de su cuerpo
Reconozco
Reconozco que no somos muy originales,
nuestra historia es la de medio Madrid
y como todos, andamos buscando una clarita
entre la oficina y el estudio
para citarnos donde no nos conozca nadie.
¿Pasa algo?
Ah.
Porque a estas alturas y con un enamoramiento de rizos
y piernas por medio,
no seré yo desde luego la imbécil que pierda su tiempo
en agradar a los poetas.
Justo el dia
Justo el día en que llevo gafas y un jersey
horroroso
usted descubre mi arrinconada existencia.
Le hablo con la sorpresa de no sorprenderme al tocar una
ardilla.
Y contengo como puedo este alud de labios para no
abalanzarme sobre su nuca
mientras guarda, de espaldas a mi sombra creciente
unos papeles en la carpeta.