Cuando el instante mismo se diluye
en su propia amargura
y ya no queda
cielo de qué color, nube
a qué rumbo,
toda la pena salta a la mirada,
la incertidumbre salta a la mirada,
la soledad sin nombre a la mirada,
la desnuda tristeza a la mirada,
y el asombro también, todo el asombro,
el cansancio del mundo, la agonía
de no saber por qué ni en qué camino
estamos,
llueve,
llueve
dolor y más dolor en la mirada,
¡qué preguntas sin fin, a qué la vida
para tanto morir, en la mirada!
Se inunda de neblina la mirada
y no encuentra sosiego ni respuesta
a tanto desamor que amarga el mundo.
Y cuando el llanto llena los aljibes,
se deshojan los ojos...
desbordados.
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