Sin embargo,
ningún oprobio ha conseguido
quitarnos el caudal de la ternura.
Somos más fuertes porque en el desierto
del odio no dejamos
que se secara el agua del afecto.
Porque a pesar de heridas y de afrentas
la piel del alma la tenemos suave
para seguir amando.
Si nos hemos doblado bajo cada tormenta,
nadie pudo quebrar
la voluntad de ser que nos sostiene
ni secar el amor,
ni mancillar el fruto de los besos.
A veces, creo
que, en el fondo,
los que nos llaman débiles
en realidad
nos tienen tanto miedo...
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