Carolina Escobar Sarti

Poemas de Carolina Escobar Sarti

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Carolina Escobar Sarti:

Actuar la soledad


¿Adónde voy
después de la renuncia?
Sin tus ojos
sin los hijos
sin el árbol de mi patio
sin mi perro
sin un nombre
ni un camino
¿Quién seré?

Aprendí todo de memoria
hasta el camino a ti.

La tierra


es mujer de cabellera rala
y garganta seca.

Vieja de piel agrietada
lagrimea mientras camina
a tientas.

La tierra se queda ya
sin savia en las venas.

Está sentada
cansada
meciéndose
en el balcón.

La tierra espra.

Tiene nubes grises
y cataratas
en los ojos.

Se ha puesto otra vez
su roto vestido de fiesta
para ver si alguien
se fija en ella.

Cerrada por inventario


No estoy.

Estoy CERRADA POR INVENTARIO
hasta nueva orden.

Vean las cortinas oscuras
que he colocado
para que nadie se atreva
siquiera a tocar.

Más cerca de la muerte
que entonces
necesito saber cuánto de mí hay
cuánta desnudez me queda.

Parada necesaria
para nombrar la propia vida
pra revisar
los haberes y los saldos
del sentimiento.

Por favor no vengan
no toquen no entren
no vuelvan...
estoy rompiéndome el pico
sacándome las uñas
quitándome todas las plumas.

Cuando me brote nueva
nada esconderán mis alas.

Entonces vuelvan.

Somos


Somos dos soledades
que se beben
el amor impostergable.

Dos osadías
que se atrevieron a amar.

Dos biografías
escritas en papel y carne.

Llegué a ti desde mi ávido pasado
y llegaste a mí desde tu historia sedienta de
amor.

Celebro que seamos tú y yo
dos ausencias amanecidas
dos austeridades colmadas
dos labios íntimos.

Atitlan sin ti


Sapos de piedra
en la tarde
que empuja el viento
mientras el agua canta
hasta reventar
el sentir.

Mis ojos se fijan vacíos
llenos de volcanes que atardecen
chapotenado entre las aguas
y tu presencia resucitante
se vuelve azul
de repente.

Me basta el silencio.

Te amanezco
arrullando el sol
mientras él
besa el ombligo
de su lagrimal.

No distingo ya la palabra
que te trae. Sos crepúsculo
en agua dulce.

Las mujeres no se oyen


No se oyen
pero escuchan.

Están sentadas
en la parte de atrás.

Cuando por fin alzan la mano,
descubren el rostro
de una palabra
con ojos de liebre asustada
que huye
de las cocinas
de los cuartos
y las salas
para asomarse
-aunque sea por un instante-
a un lugar sin paredes
pero con alma.

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