Dibujo de la fuga (III)

Claudia Lars

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Y regresé por una carta dulce
que era medio llamada y medio eco.
Resbala el aire como un río de oro;
sube en el agua aquel azul pequeño.

El mismo abrazo se me da en los árboles,
con su aroma indefenso;
el mismo amor, la misma casa mía
en ángeles terrestres.

Olvido la ciudad porque es verano
y tengo mis almendros;
una nube trivial me entrega, ahora,
bailarinas esbeltas.

Nada ha cambiado, nada...Todo espera
al corazón que vuelve
sobre aldeas menores, sobre infancias
de contenidos cielos.

No hay horas en el tiempo, cada instante
es eterno y es breve.
Voy por mis ojos a la piel del mundo
y al mundo de mi cuerpo.

¿Quién me dio esta palabra iluminada
que sin sonar ya suena?
¿Este secreto de florales bosques
rodeados de silencio?

La golondrina de horizontes rojos
sobre mí va cayendo...
¿Qué distancia pulsante y consumida
me derrama en su vuelo?

Hay un algo que espera no sé dónde;
una escondida puerta:
puerta de azar para vivir relámpagos
o navíos o hielo.

Alcanzo mi camino y no lo alcanzo.
¡Desatadme los miedos!
Tengo una cita con la luz lejana.
Con el mar de mis muertos.

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