Quiero, para nombrarte, voz tan fina
y tan honda... conciencia de la rosa,
eje del aire, llama melodiosa,
cambiante y desolada voz marina.
Vaivén de arrullo, trémolo a sordina,
rumor que el mundo y el azul rebosa;
arpegio de la escala luminosa
donde el canto de amor sube y se afina.
Para nombrarte debo ser tan clara
como lira perfecta que tocara
mano imposible, de belleza viva.
Y ha de vibrar dulcísimo tu nombre
-verbo del ángel, música del hombre-
en mi delgada lengua sensitiva.
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