Tengo los pies helados
y nadie va a llegar con calcetines de lana
a hacerme compañía
porque ayer me cruzó la lechuza
de sur a norte en el camino
y sobrevoló hasta la medianoche
-como buen pájaro agorero-
a dos metros de la camioneta roja
donde traía los víveres del pueblo.
Tengo los pies helados
y corrieron por ahí
que desertaste por un canto de sirena.
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