Revolución, tiendo la mano
y a veces me la muerdes.
Soy individualista,
pero el mundo no es bello.
Sólo el idiota, el loco y el canalla
piensan que el mundo es un jardín
donde florece una esmeralda
con sabor a durazno.
Mira, yo estoy contigo, en serio.
¿Cómo han de herirte a ti,
piedra del siglo,
unas palabras mías?
Ni los tiranos más abyectos han caído,
jamás, por la literatura.
Escucha: come un poco, tranquila,
de mi mano.
No es veneno esta pobre palabra deprimente,
de zorra enferma,
que te doy.
Volver a Eduardo Lizalde