Poemas de Efraín Bartolomé
- Ala del sur
- Ala que no vuela
- Cartas desde Bonampak
- Casa de los monos
- Cicatriz de aire
- Cielo y tierra
- Corte de café
- Donde habla la ceniza
- El agua desdichada
- El caldito
- El oro más pulido
- El poeta revela a las criaturas el nombre de su amada
- Elegía frente al río
- Epitafio
- Fuego en voz alta para encender la primavera
- Heridas entre el cuarto menguante y la luna negra
- Imágenes dispersas bajo la Luna llena
- Invocación
- Oración en la entraña quemada de un sabino
- Trozos de sol
- Tzintzuntzan (Visión desde las yácatas)
- Valle de Ocosingo
Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Efraín Bartolomé:
Cielo y tierra
Y las aguas de Arriba amaron a las de Abajo
y eran las aguas de Abajo femeninas
y las de Arriba masculinas...
¿Has oído, amada?
Tú eres la Tierra y yo soy el Cielo
Tú eres el lecho de los ríos y el asiento del mar
y el continente de las aguas dulces
y el origen de las plantas
y de los tiernos o duros o feroces animales
de pluma o pelo o sin pluma ni pelo
Yo soy la lluvia que te fertiliza
En ti se cuecen las flores y los frutos
y en mi el poder de fecundar
¿Has oído, amada?
Nuestro lecho es el Universo que nos contiene
¿Has oído bien?
Tú eres la Tierra y yo soy el Cielo
Y mi amor se derrama sobre ti como la lluvia
o como una cascada que cae del sol
rompiendo entre nubes como entre peñascos
y entre los colores del arco iris y entre las alas de los ángeles
como entre las ramas espesas de una vegetación inverosímil
Tú eres la Tierra y yo soy el Cielo
¿No lo escuchas?
Y aunque digas que sí
tal parece que no porque ahora Tierra
cabalgas sobre mí (en el lecho que es el Universo)
y eres tú el Cielo y tu amor se derrama sobre el mío
como una lluvia fina
Y yo era la Tierra hasta hace unos instantes pero ya no lo sé
porque hemos girado y descansamos sobre nuestro costado
y los dos somos Tierra durante unos minutos deleitosos
Y ahora estoy de pie con los pies en la tierra y los ojos en el cielo
y tú no eres ni Tierra ni Cielo porque te hago girar
con los muslos unidos ferozmente a mi cintura
y eres el ecuador o yo soy el planeta Saturno
y tú eres los anillos que aprendimos en la escuela
y giras
Y ahora somos Cielo los dos y volamos
elevándonos más allá del Universo
Y en lo más alto del vuelo algo estalla en nosotros y caemos
vencidos por la fuerza de nuestro propio ecuador que se ha quebrado
Pero seguimos siendo Cielo aunque yazgamos en tierra
Derrumbados en tierra pero Cielo
Tierra revuelta y dulce pero Cielo
Cielo vencido cielo revolcado pero Tierra
Casa de los monos
Para qué hablar
del guayacán que guarda la fatiga
o del tambor de cedro donde el hachero toca
A qué nombrar la espuma
en la boca del río Lacanjá
Espejo de las hojas Cuna de los lagartos
Fuente de macabiles con ojos asombrados
Quizá si transformara en orquídea esta lengua
La voz en canto de perdiz
El aliento en resoplar de puma
Mi mano habría de ser una negra tarántula escribiendo
Mil monos en manada sería mi pecho alegre
Un ojo de jaguar daría de pronto certero con la imagen
Pero no pasa nada Sólo el verde silencio
Para qué hablar entonces
Que se caiga este amor de la ceiba más alta
Que vuele y llore y se arrepienta
Que se ahogue este asombro hasta volverse tierra
Aroma de los jobos
Perro de agua
Hojarasca
Cicatriz de aire
Descorro las cortinas de la noche
y entra el rumor de Tuxtla hasta el cuarto de hotel
donde
como una cicatriz del aire
arde el recuerdo de tu cuerpo
La limpieza perfecta del espejo
me devuelve una imagen incompleta
borrosa
Estás de viaje en este instante que se alarga
y sé que tienes sueño
y sé que tú también miras la oscuridad
Tu mirada penetra los ojos de la noche
y viaja hasta encontrar
como al fondo de un pozo
otra mirada ardiendo
Soy quien te ve desde la noche abierta más allá del cristal
Es la noche de Tuxtla
El rumor desleído en la distancia
El vaho del miedo como un muro de imágenes
Y el aletear lentísimo del sueño.
Ala que no vuela
Para Gertrude Duby
I
Aquí
la selva
Larga la soledad con que nos nutre
Hora de lentos pies donde el puñal se hunde
Raíz de luna helada sus venenos más fuertes
Aquí el árbol anclado en el asombro:
lagunas congregadas al silbo de serpientes
El saraguato rasca su viejo cuerpo
El quetzal pierde la hoja más larga de su cola
La piel come los huesos al jaguar
Muerden balas y fuego su elegante silencio
Su hermosura
¿Se escucha el canto que hinca sus uñas sobre las ramas secas?
El saraguato seguirá
toda la noche
loco
aullando.
II
Porque acerca la milpa que camina sus diminutos pies
cañizos de la muerte
Y corta
incendia
quema la dulce piel del agua
Porque la milpa que camina viene
hojas de fuego
sangrando al horizonte
Porque la milpa que camina salta
jaguar hambriento
sobre el ciervo herido
Porque brama la milpa que camina
Llanto de girasol
Ojo abierto del día
Marejada de espejos desde la luz distante
La milpa que camina
Un árbol de ceniza
Un árbol
Brasa herida
Un árbol
Su ropaje de pájaros derritiendo sus ácidos temblores
Sus últimas miradas
Su lengua propagando la catástrofe.
III
La fiesta va a empezar
En la encendida branquia de los peces más puros
En el vientre quemado de la ceiba
La palabra
enrosca su cuerpo
en el tallo del alba
El sueño ya se cuece a fuego lento
Hora de terminar:
un limpio machetazo
al centro de la orquídea.
Imágenes dispersas bajo la Luna llena
He sido siempre un hijo de la Luna.
Siempre vi, desde niño, las Lunas
más hermosas: la enorme Luna en llamas de Ocosingo saliendo allí, justo
detrás del cerro, tras la casa del rancho.
La enorme Luna roja sobre el
inmenso valle, en el Anochecer, bajando de las tierras altas de San
Cristóbal hacia mi húmedo pueblo, cuando tenía veinte años.
La
enorme Luna blanca vista desde el estudio de mi casa de ahora, al sur de
la ciudad más poblada del mundo, en las faldas de un monte todavía
arbolado.
Aquí, en la primera Luna llena de este año, hicimos una
ceremonia ritual para aguardarla: se leyeron poemas en su honor
mientras todos veíamos su lentísimo ascenso. Al concluir la lectura
continuamos mirándola en un total silencio, durante un largo Tiempo
que no podría medir reloj alguno.
Bajo la oscuridad
En el lugar del corazón:
la Luna llena.
Ella besó mis manos
y dejó como huellas
dos lunas pequeñitas
Soy dulce libre santo:
si me toco la frente
se ilumina
si toco a un asesino se santigua
un territorio yermo fructifica
Toco una piedra
Nace
la Poesía.
¿Lo sientes?
Es el frío del siglo
Es el frío del tiempo que acuchilla la piel
la luz que somos.
¿Sientes el golpe ciego del Desierto?
Hay pirañas en el aliento de la calle cruel
Pero mi amor será como un brasero contra el frío
Mis labios como un agua contra la sal del Viento
Mi cuerpo como nube contra la sal del Viento
Mi cuerpo como nube contra el sol del Desierto
Luz plena: sombra intensa
Entre charcos y piedras
somos el mismo Sueño
bajo la Luna llena.
Para desinfectar el cielo:
música lunar.
Invocación
Lengua de mis abuelos habla por mí
No me dejes mentir
No me permitas nunca ofrecer gato por liebre
sobre los movimientos de mi sangre
sobre las variaciones de mi corazón
En ti confío
En tu sabiduría pulida por el tiempo
como el oro en pepita bajo el agua paciente del claro río
Permíteme dudar para creer:
permíteme encender unas palabras para caminar de noche
No me dejes hablar de lo que no he mirado
de lo que no he tocado con los ojos del alma
de lo que no he vivido
de lo que no he palpado
de lo que no he mordido
No permitas que salga por mi boca o mis dedos una música falsa
una música que no haya venido por el aire hasta tocar mi oreja
una música que antes no haya tañido
el arpa ciega de mi corazón
No me dejes zumbar en el vacío
como los abejorros ante el vidrio nocturno
No me dejes callar cuando sienta el peligro
o cuando encuentre oro
Nunca un verso permíteme insistir
que no haya despepitado
la almeja oscura de mi corazón
Habla por mí lengua de mis abuelos
Madre y mujer
No me dejes faltarte
No me dejes mentir
No me dejes caer
No me dejes
No.