Sobre el vuelo de su libertad,
es mejor no hablar.
Nadie se atreve a presumir estos aires,
a transferir su paciente eficacia.
Como ninguna pudo serlo, es inestable y sólida.
Hábil. Cruel. Una persa se diría. Refinada para las
fragancias y las delicadezas perdidas por el amor.
El sol ha sido cercado por su vientre;
los pájaros volaron con su desconcierto.
La tierra tiembla en sus amores.
Es un raro destino; después del peligro
trata de quedarse entre la gente. Hay
presagios; hay recuerdos que pueden hacerla sufrir.
Cuando logran disipar su sonrisa,
la serenidad se quiebra
y la noche y la muerte se apoderan de su cuerpo.
No hay memoria del rencor y la rabia que amparan sus
lágrimas.
Y sus labios sin coraje murmuran
por esto no puede seguir así,
que debemos cambiarlo. Y hace lo que puede.
Y se confunde.
No quiere traicionar, pero el tiempo la aleja y la devuelve.
Es débil. La deslumbran
y la abandonan, como si nada significara.
No la asisten fuerzas supremas.
No exisste especialmente.
No se propone nada del otro mundo;
sólo pide que la dejen vivir,
sufriendo y amando, como cualquiera.
Cuando ella se mueve o camina,
nada hay más admirable
que la vulgaridad de sus gestos.
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