Todos vienen del ghetto,
admiran a Selena,
quieren sacarse el Lotto,
son pesadas sus sombras,
grises sus biografías,
visten de polyester con ropa made in China,
pies ligeros de Adidas
y sonríen con dientes en andamios,
granos en sus mejillas,
grasa sobre su frente.
Hoy son cuerpos en marzo,
primavera en sus dedos,
fuego por su mirada,
la agresiva belleza de sólo veinte años,
dueños de sus caderas,
urgencias por sus lenguas,
la insolencia del sexo inundando su ingle,
el fulgor de la sangre retrasando relojes
y el descarado valle de sus pechos
umbrío de semillas.
Esto les califica de inmortales.
Mañana serán ruina,
del Olimpo expulsados para siempre,
cuerpos viejos y lentos,
oídos destemplados,
ojos llenos de tierra,
mutilados sus labios con cristales,
el olor de la rosa evaporado,
su tacto acuchillado,
ya la muerte inquilina del pecho pergamino
borrando la escritura de su sangre.
Ignorando lo hermoso y fugitivo de su tiempo
ellos no se dan cuenta cómo el viejo celebra
la clave de su piel y el lujo de sus cuerpos,
tan cerca de sus manos y a la vez tan lejanos,
ansias que le convidan a la vida,
trampas que le conducen a la muerte.
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