¡Qué negra noche! Se diría
que el Tiempo la ha alargado sumándole su vida
y, vuelve, al terminar, a su principio;
habla la gente de su longitud
cuando sólo el crepúsculo ha pasado.
La sombra de las nubes se hizo más densa,
no distinguían los ojos el cielo de la tierra
y, al brillar el relámpago a lo lejos,
parecía un negro etíope sonriendo entre lágrimas.
Entonces con la espada de la resolución
la cabeza corté de esas tinieblas
y con su sangre he teñido
la túnica de la aurora.
Para el hombre de miras elevadas
no hay nada que produzca más desdichas
que el viaje nocturno:
cuando muere el apoyo de la voluntad,
no es posible iniciarlo.
Saludo a quien encuentro según lo que en él veo,
no hay nada extraño en eso:
el agua adopta el color del recipiente.
(Recopilación y traducción de Teresa Garulo)
Volver a Ibn Sara As-Santarini