El tiempo ayuda al mito de lo que no sucede.
Él vendrá o ha venido, no se sabe a fe cierta,
abundan los rumores mas no hay pruebas,
pudo ser aquel viejo de la capa raída
o el callado extranjero que no salió del cuarto
durante días, ¿quién podría asegurarlo?
Mejor no decir nada, mantener la vigilia,
dar órdenes precisas a guardias y aduaneros,
dibujar en el sueño el rostro de quien nunca
dio señales de vida ni declaró su nombre,
en la espera y deseo de que alguna mañana
se anuncie en una vuelta del camino,
incorpore su rostro a nuestro asombro
tan sólo por hallar a sus creadores,
por saber que fue cierta nuestra imaginación.
Volver a Jordi Doce