1
No pienso el poema.
Dejo abiertas las branquias de la pleura
para la embestida del siroco.
Un tifón asalta
la cisterna
del oxígeno que reciclo,
azota las ventanas olfativas
denostando la cordura del instante.
Mi credo es disponer de buril
cuando el vórtice haya entonces
doblegado la fibra más lejana,
cuando el reverso de la piel
quede ya galvanizado
de mielina sinestésica.
Los sentidos concurren en la mano
y hacen de su palma un tercer ojo.
2
Escribir pues
la traducción de los suspiros,
la gravidez del éter
impregnado de luz terráquea.
No relegar la matemática
pero adosar íntimamente
las flotaciones del entorno
a la sinergia del texto.
Desde los índices del gusto
prorrogar la tolerancia,
elastificar sus laterales
oponiendo un ecosistema.
10
La poesía es intermitencia,
presencia en duda
que vacila entre el aquí y el allá.
Allá palpita un buque.
Aquí la ola pedestre.
Entre el advenimiento de la nao y el repecho arenisco
la espacialidad del poema,
su lapso narrativo oreado de brisa,
veteado de sal como un bauprés.
El poema surca el viento;
parte en dos los efluvios contrarios
como una Biblia abierta a la mitad,
una metáfora del mar Rojo
acreedora de la disección más edificante.
Autorizo inspecciones de canícula
en mis hipogeos cutáneos.
Dejo que la embriaguez del agua
bañe la sequía de mis empeines.
Humedezco el pecho altivo
aspirando las señales de la tromba.
Todo fenómeno improbable
queda por cumplirse
en la virginidad del pliego oceánico.
12
No importa si el poema
cae del cielo o brota de la tierra.
Si desciende de las cumbres heliconias
o asciende de un cráter con apremio
de roca plutónica.
Si con tino de volcán
proyecta su tipografía,
o con fertilizante de llovizna.
El esófago dispara
piedras viscerales,
mas ignora la asepsia periférica
que regla el aposento de las letras.
Poco importa su torpeza enardecida,
su erupción de alquimia carrasposa.
Da lo mismo
si la altura suministra
el fosforescer de la planicie,
si el arabesco de los dígitos
resulta entronizado
por el sonar de un tragaluz.
Más acá del rito originario
el poema es materia cognoscible,
liebre capturada entre dos hitos.
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