Epitafio para niño ahogado

Jorge Ortega

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a Juan Pablo (1991-1994)



Pastor de las aguas: la eternidad deshiela muelles sobre tus párpados de obsidiana latente, hoteles en domos para sondear motocicletas. La eternidad no tiene horas, ni forrajes de oxígeno que cubran tu silencio rebosante de loas, ni el sol de California que asocias calladamente con un secreto botánico de tu propio mérito. La resignación es el empeño donde los vivos pregonamos tus primeras palabras como una música primitiva, el álbum fotográfico que gangrena los sillones como una maldición hereditaria. Para ti no habrá cuerpo que deslinde los torbellinos del vello púbico, ni pretexto estudiantil para sisguear arengas amorosas; mas en la ingenua conspiración de las albercas, habrás vislumbrado la parvulez de los oleajes, justo cuando la tarde riega por el puerto una lotería de fatídicos manoteos.

Pastor de las aguas: hay quienes llevan por corazón un salmón de oro macizo, una penumbra de alas.

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