José Antonio Labordeta

José Antonio Labordeta fue un artista español polifacético, que se dedicó a la literatura, a la política y también a la música; nació en Zaragoza el 10 de marzo del año 1935 y falleció en la misma ciudad el 19 de septiembre de 2010. Comenzó a estudiar Derecho, aunque finalmente se decantó por las Letras y obtuvo la licenciatura correspondiente. Más tarde, se embarcó en la enseñanza, dictando clases de diversas materias en varias escuelas secundarias de su país. Paralelamente a su ocupación como docente, fue cofundador de una revista de cultura llamada Andalán y tomó parte en la formación del Partido Socialista de la comunidad autónoma de Aragón.
A pesar de haber sido asociado principalmente con un político y cantautor, su pasión más profunda, aseguraba, era la poesía. Algunos de sus poemarios más conocidos son "Sucede el pensamiento", "Treinta y cinco veces uno" y "Diario de un náufrago", y entre sus poemas destacan los títulos "Nos haces una falta sin fondo" y "Último paso entre las tumbas". Asimismo, Labordeta mantenía un blog personal en el cual publicó algunas de sus poesías. De otros géneros, resaltan el libro de relatos "Cada cual que aprenda su juego" y sus memorias "Con la voz a cuestas". En el ámbito de la composición musical, es necesario mencionar su disco "Cantar y callar".

Poemas de José Antonio Labordeta

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de José Antonio Labordeta:

Teruel

Javalambre con nieve. Sobre el pecho,
como una inmensa herida,
los Mansuetos se abren: Carne joven
en la vieja tierra. Gira el cielo.

Pasan, camino de la mar,
los enormes camiones de transporte:
¡Adiós!
¡Adiós!

Hoy, San Martín mudéjar, me nostalgia
los amigos que tuve, allá, en mi infancia.
Miro hacia el fondo: Villaespesa.

Todo lleva consigo
la tierra que surge desde dentro:
Teruel:
Áridas voces de mineros, ascienden
del violento carmín de tu paisaje.

Acuérdate

Acuérdate de cuando fuimos niños
los turbios niños
de cuando fuimos vivos
por pura complacencia del destino.
Mudos.
Turbios niños
Callados
cuando fuimos niños
Creciendo
silenciosamente educados.
Nunca
fuimos realmente niños
en mitad del dolor amargo
de las guerras.
¿Y ahora?
nunca seremos nada
Nunca
es imposible así
con este aire de injusticia
brutal acometida
ante los ojos.
Acuérdate de cuando turbios
niños fuimos despoblados.
Nada como entonces
a pesar de todo.

Hoy quisiera

Hoy quisiera olvidarme del mar,
del mar en las ventanas,
del dígale usted a todos buenos días,
seguimos por aquí,
así como siempre, muy buenos de salud
y de agonía.
Hoy quisiera
no saber las palabras,
olvidarme los ritos, las maneras,
ser tan libre como la mano de una niña,
o el ojo de un pájaro en la niebla.
Hoy quisiera
-queremos siempre y para nada sirve-
decir palabras lentas,
melodías colgadas de la sombra,
sueños que se entrecruzan, heroicas campanas.
Pero somos de aquí,
del billete señor,
la carne va subiendo
y el hígado del viejo se estropea.
Somos
de las tardes de fútbol.

Hoy quisiera
-quieres tantas cosas-
cerrar de una vez esta ventana
y descansar del ruido de allá afuera.
Pero entran el mar,
el ruido y el regusto brutal
de toda esta tierra.
Somos de ahí,
de enfrente, justo al lado
donde se ama y crea.
Somos
-y hoy yo quisiera...-
del urbano paisaje de la tierra
y aquí no hay quien se salve
de la hoguera.

Hablo, por hablar

Hablo, por hablar,
hoy que está desierto el mar
y una paz agreste invade
estas turolenses llamaradas
de fuego y de dolor.

Hablo del día a día que sucede,
de las tardes que adiós nos despedimos,
de los hijos que llegan,
de las tierras que acogen nuestros cuerpos
y de todo aquello
que va formando, al fin, nuestra figura.

Del paso indefinido
hablo también

y hablo, para quedar en paz con mi conciencia,
del tiempo jamás recuperado,
huido entre sonrisas, adioses y lágrimas,
que nadie reservó para el otoño.

Hablo del campesino y de su hondura,
del herrero que fragua su tristeza,
del minero que invade las entrañas,
del poeta que, a solas, agoniza.
Hablo de mi mujer y su esperanza.

Y hablo de este pequeño dios
que ha entrado en casa,
después de tantos días esperado.

Hablo y hablo
y nunca sé por qué guardar silencio.

Belchite

El árbol se levanta sobre la tapia hundida.
El viejo campanario –la paloma que había
huyó bajo la guerra- está desierto:
Todo es la sombra.

El monte desolado invade el patio,
el pozo seco,
el niño destrozado por la yedra.
Alguien recuerda –Antes estuve aquí,
hoy ya no vuelvo- por los muros de adoba calcinados:

¿Quién ha puesto el olivo
enfrente del olivo?

¿Quién ha dejado sangre
enfrente de la sangre?

¿Quién ha traído muerte
en contra de la muerte?

¿Quién, en fin, ha destruido al hombre
contra el hombre?

Sobre la casa yerta ya nadie se levanta.

Todos los santos en Albarracín

Silenciosa la anciana
reza en tu cementerio. Corre la niña.
El cielo está pendiente de la roca.
Aire sobre la muralla,
detenido,
como un lamento,
como una larga frase derrumbada.

Guadalaviar torcido, ausente,
lames, ceremonioso, la roca
que desciende.

Albarracín,
quilla de piedra,
rojo penacho de cuestas y de arcadas,
sobre ti duerme el tiempo,
sólo pervive el agua.