Ayer bebí,
y mientras bebía hablé de mi impotencia,
confesé mi orfandad y mostré mis manos
que nunca tienen nada, salvo el corazón de Ligia.
Yo le quité el corazón porque era la única mujer
capaz de amar a un poeta pobre.
La besé, la tendí en medio de las horas
y fui señor de la fiesta,
de aquella hoguera azul...
Ayer bebí, y mientras bebía le di un puntapié al
(hombre responsable,
caí de bruces, miré por última vez el sol
y en mis manos que nunca tienen nada
continuaba el corazón de Ligia.
1975
Volver a Julio Iraheta Santos
Que belleza de poema...
refleja el sentir sublime, para mí, porque me llegó hasta el alma...
y decidí quedarme a tu lado
me dije, yo de aquí no me muevo
me miré en todos los espejos
no pude dormir estaba tan inquieto
porque sentí que este espejismo
no era nada nuevo
Rafael.
La soledad nos hace beber toda clase de sentimeintos.
Gracias
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