Cada día renace tu esperanza,
tras unos golpes secos contra toda
su inútil e invisible consistencia.
Cada noche lo ves más elevado,
desafiando tu vida, y te maldices
porque eres incapaz de destruirlo.
Mientras el tiempo pasa, van cayendo
las hojas y la nieve, no sus piedras.
Cada día golpeas en el aire
tras sentir que eres tú quien se derrumba.
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