Poemas de María Sanz
- A quien sabrá perderme y acabarme
- Alborada
- Alguien que no soy yo
- Corral de los olmos
- Del propio ser
- Duro es sentirse humana...
- El hombre que resiste
- El muro
- En la morada de la luz escribo...
- Memoria de Veruela
- Moradas sextas
- Muchacho fugaz
- Nadie te ha dado nada
- Tú y yo nos encontramos...
- Un remanso del Arno
Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de María Sanz:
Tú y yo nos encontramos...
Tú y yo nos encontramos
en Washington Square.
Me invitaste a cenar
en un club, y la orquesta
tocó para nosotros
Indian summer... Bailamos
inmersos en la noche
neoyorquina. Más tarde, mi vestido
brillaba abandonado sobre el suelo
de aquel apartamento, donde era
muy distinta la música: palabras
y suspiros mezclados con sirenas
de los barcos lejanos...
Pero, ¿será posible
que no recuerde ahora,
mientras abro los ojos,
cómo se titulaba la película
donde vi estas escenas?
A quien sabrá perderme y acabarme
Aunque siempre viviste
con préstamos de amor, por cuenta ajena,
tú también necesitas
mirar alguna vez la luna llena
a través de los árboles;
perder el poco tiempo que te queda
buscando esa palabra
que significa todas las respuestas.
Te hace falta un milagro,
pero ¿en brazos de quién, qué primavera
vestirá lo desnudo
de esas cuatro paredes que te encierran?
Tú también eres noche,
ardiente oscuridad. Un hombre llega
tan sólo para darte
esas buenas razones de su ausencia.
No hace falta que pidas
más préstamos de amor a quien se acerca
procurando, inmutable,
que no termines de pagar tu deuda.
Un remanso del Arno
Al llegar a Florencia, se entrelazan
luminosos recuerdos con vivencias
de cercana ebriedad. Transcurre el día
plasmado en asimétricos espejos
que un remanso del Arno desdibuja.
Al llegar o al partir, qué importa entonces
si atraviesan el tiempo las palomas
del alma... Quiero aquí bajar mis ojos
al húmedo cristal donde se funden
un escorzo, una cúpula, un ducado.
Corral de los olmos
Tarde será cuando tu voz se filtre,
almuédano, a través de estas paredes.
Tarde será, porque la nada lenta
y descarnadamente habrá vencido
lo que pudo habitar en mis entrañas
sin yo reconocer más que su lumbre.
Por muy tarde que sea, todavía
permanece el olor de la alhucema
que él derramó en mi piel para más gozo,
para aromar lo triste de perderle.
Almuédano, silencia este momento,
no anuncies que la luz está llegando.
Y si piensas que vas a condenarte
por no decir a tiempo tu plegaria,
tranquilízate. Puede que algún día
nos veamos los dos en el infierno.
Alborada
Tristes mis ojos, triste la alborada,
triste porque mi cuerpo se despoja
del tuyo, despertar donde se aloja
toda la soledad inexplicada.
Muerte del corazón, luz agotada,
tu aliento entre mi pecho, y esa hoja
marchita en su dolor, porque se moja
con lágrimas de un todo en esta nada.
Horas lentas, hirientes del abrazo
llevando su transcurso hasta mi pena.
Tú junto a mí otra vez, mientras respiro
sin alma casi, sin romper el lazo
que nos anuda vena contra vena,
y calmo este morir con un suspiro.
Moradas sextas
«... Si no hubiera más luz interior, no
entendiera tan grandes misterios.»
Teresa de Jesús
Donde hayan apagado las estrellas
su sed de iluminar la faz del tiempo,
habitará el secreto de sentirse
mujer por un designio de lo alto.