Por la piedra que me tropieza
Por los atajos que me has dejado
Por la infancia de mis ideas
Por mi vocación de rueda
Por mi confusión eterna
Entre el bien y el mal
Por mis profecías
Por esta ansiedad que me mueve la vida
Por la gloria y el aplauso
Por el ridículo y la soledad
Por los sueños que me acompañan
Por esta amistad con las palabras
Por el amor que se me esconde
Por la terquedad que me precede
Por mi voz que sabe andar en la guitarra
Por el mar en mis caderas
Por los duendes de mis hijos
Por la ternura empuñada
Por la cólera que me puebla
Por las hormonas derramadas
Por la razón que he encontrado
Por el tapete de tus manos
Por la fantasía como medicina
Por la locura que me cabalga
Por el dolor que me enseña
Por esa voz profunda
Con que me llamas
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