Invención de la sirena

Pablo Antonio Cuadra

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Una mujer en aguas dulces.
Una estrella mojada en el límite del mar.
Dejar que la sonrisa se desnude
de su traje de lágrimas.
Una mujer en el centro
de todas las navegaciones
y lo vientos. El oleaje
su poema
-versos de espuma- y alguna gaviota gira
arriba
coronándola
y alguna mariposa
que parpadea
un revuelo de sorprendidos amarillos.

No conocí el aviso clásico:
'Huye de las playas de Circe'.
Nuestros antepasados
no concibieron la sirena:
ni Chalchiuhtlicue de la falda de agua
la celeste diosa de los ríos
ni Huixtocihuatl, la diosa azul
de las aguas saladas del mar
dejaron oír al hombre sus cantos.

Nuetros antepasados
no escucharon la voz de las aguas
en el vientre de la mujer.
Pero yo inventé un reino sumergido
cuya música esculpía en agua
el silencio del pez, líquido beso,
y el embeleso de su voz, líquido canto.

En el dulce mar de Nicaragua
antes de que arribaran a vela las fábulas antiguas
yo inventé la sirena.

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