Porque te siento lejos y tu ausencia
habita mis desiertas soledades,
qué profunda esta tarde derramada
sobre los verdes campos inmortales.
Ya el Invierno dejó su piel antigua
en las ramas recientes de los árboles
y avanza a saltos cortos por el prado
la Primavera de delgado talle.
Por el silencio de pendiente lenta
rueda la brisa en tácito oleaje
y apunta la violeta su murmullo
al pie del roble y de la encina grave.
En las aguas inmóviles del lago
anclan nubes y luces vesperales
y tiende el bosque sus flexibles redes
al vuelo prodigioso de tu imagen.
El sol azul con cuidadosas manos
rayos y brumas teje en noble arte
hasta dejar de tu color, amada,
la piel inmaculada de la tarde.
Te miro recostada sobre el césped,
agua verde y verdor claro tu carne,
tu rumoroso pelo embravecido
y el bosque de tu risa palpitante.
Alrededor de tus tobillos breves
ciñe la luz minúsculos collares
y abrazan a tus brazos poderosos
los tallos y las ramas verde antes.
Pulsan las finas cuerdas del silencio
tus voces y los pájaros locuaces;
el cielo en plenitud abre sus venas
de calurosa y colorada sangre
¡y alza mi corazón su pesadumbre
como un nido de sombras un gigante!
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Saludos
Gracias
La ausencia de la amada,
surge en la naturaleza,
paisaje y recuerdos acompañan
Bello, nostálgico poema.
Las bellas ausencias dan inspiración,
lo perdido causa tristeza,
a veces nos invade sinrazón,
y perdemos entereza...
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