Poemas de Roberto Obregón
- Calendario
- Del ser al no-ser
- Dulce rapiña
- El cantor ciego
- El fuego perdido (I)
- Imagen de la ausencia
- La canción perdida
- La piedrecita
- Magia
- Milagro
- Prolongación de la noche
- Puerta de sacrificio
Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Roberto Obregón:
Imagen de la ausencia
A decir verdad, la lluvia no habla
de ti.
Sí que hoy te confundí. Y ya van cuatro
entre la multitud.
Dejé que cayeran mis ojos al suelo
para que las personas adultas
al pasar no lastimaran mi amargura.
Y al entrarme de regreso en casa
encontré tu ausencia diseminada en el piso.
El fuego perdido (I)
esta señal de la aurora
la traían en su corazón
Popl Vuh III, cap. VI
No podemos encender la hoguera
Mojado está el bosque
podridos están los troncos
No podemos quebrar los colmillos del frío
Arrancar
Y recobrar nuestros huesos entumecidos
En la humedad en el agua
nos ha tocado prender la hoguera
En la oscuridad en la noche
nosotros somos la región más espesa
A oscuras sesionamos bajo la helada
Y conferenciamos sobre nuestro qué hacer
De cómo allí los muertos continúan
jugando un gran papel en la guerra
De qué manera se escogen entre todos
Quiénes llevarán a la espalda el mayor peso
en los ratos
de agudo peligro
Acérquense los del fuego
Los enamorados de la vida
nos calentaremos con estos nuestros corazones
Hechos leña bajo este rudo temporal
Pero contentos
Del ser al no-ser
Catástrofico es el segundo
en que a la vida volvemos,
saber que hemos tenido en las manos
la palpitación del mundo
y, hallándonos otra vez entre los muertos,
no recordar en dónde
ni por cuánto tiempo.
Dulce rapiña
Eres un sarcófago viviente,
sepulcro que en la oscuridad
abre sus ramos lechosos,
agitas tus remos y crujes
devorando mi carne y mis huesos.
Fuera de ti sólo queda mi rastro
y nada que valga la pena.
El cantor ciego
Y es que yo solamente soy una sombra
que absorbe la humedad de la puerta.
El tallo abriéndose en un pensamiento
humedecido en las pisadas del tiempo.
Distraído grabador de los frutos del árbol
que extravió su trayectoria en el ámbar
el encargado de la llave que al abrir tus puertas
fue a dar al fondo con los ojos cerrados.
Milagro
El espacio entre los dos
resbaló
como harina entre los dedos.
Ya sólo en el mundo
un lugar habitado
-tú y yo.
Tu cuerpo refugiado
en mis manos.
Mis ojos
disueltos en tu mirada,
y la húmeda rama de tu voz
palpitando
su sombra en el silencio,
la última traza de lumbre
se extinguió bajo el alero.
Ya sólo chocaron tu cuerpo y el mío
como dos pedernales.
Al amanecer me sorprendí
de que respiraras todavía.